14 nov 2015

Escapadas: un día por Tánger

Un fin de semana de septiembre decidimos cambiar de continente por un día así que, aprovechando que estábamos en Tarifa, viajamos a Tánger para el que ha sido el primer post del blog sobre una ciudad de Marruecos y también de África.

La oferta existente es de Intershiping y FRS, cogimos la segunda. Tienen unos packs de excursiones que incluyen el ferry de ida y vuelta, los traslados, la comida, las visitas y la atención de un guía español y otro nativo.

Nosotros elegimos la opción cultural cuyo precio es de 60€ por persona y salimos a las 9:00, aunque te piden que estés media hora antes para reunirte con el grupo y organizarlo todo. Puedes viajar solo con el DNI si es para la excursión. En unos 45 minutos estuvimos en Tánger y allí nos esperaba el guía marroquí y el minibus.
Empezamos con una visita panorámica de la ciudad hasta el Cabo Espartel, donde paramos para tomar unas fotos. En el aparcamiento había bastantes vendedores ambulantes ofreciendo todo tipo de souvenirs y turistas, muchos turistas echando fotos al gran paisaje del que pudimos disfrutar.
Al bajar desde allí, tras atravesar un camino lleno de mansiones de dirigentes árabes en perfecto estado por si algún día iban de visita, paramos para montarnos en dromedario y hacernos la típica foto, que nos costó 2€ por persona (más una propina). 

Después nos llevaron a la necrópolis púnico romana, junto al mar. Es un lugar precioso, con las tumbas excavadas en la roca del propio acantilado pero, al estar al aire libre, se ve algo descuidado. La entrada es gratuita y la necrópolis está compuesta de 98 tumbas del siglo IV a.C., aunque en la visita fugaz se ven unas 10 o así.

Volvimos al bus y nos dejaron en la puerta de la muralla de la medina de Tánger. Desde allí fuimos bajando poco a poco y haciendo varias paradas. 
Era muy significativa la organización de la medina, con calles parecidas a los barrios más antiguos de algunas ciudades de Andalucía. Calles estrechas en las que apenas se colaba el sol, silenciosas, calmadas.

La primera parada fue en la Kasbah, que era la fortaleza y hoy en día se usa como museo. La verdad que al ser una excursión organizada te da poco tiempo para detenerte a verlo todo. En el museo se hace un repaso a la prehistoria y a la historia de Marruecos a través de la exposición de instrumentos encontrados en excavaciones arqueológicas.



Seguimos callejeando por los estrechos rincones de Tánger, plagados de gatos, teniendo incluso la oportunidad de toparnos con una gata que había dado a luz y cuidaba de todos sus gatitos ante la atenta mirada de dos señoras que les habían provisto de agua y unas sardinas. Llama la atención lo bien que están integrados los gatos con el vaivén de las gentes que viven o transitan la medina. Pero lo que más llama la atención es el respeto y empatía que tienen hacia ellos los tangerinos.

Entre el callejeo, llegamos al pie del minarete de una mezquita, de la que una parte quedaba por encima de la calle por la que pasábamos. La sorpresa fue el interior abovedado del pasaje, que presentaba un gran trabajo.
 
A eso de la 13:00 nos condujeron hasta el restaurante típico marroquí donde teníamos nuestro almuerzo que se componía de harira (una sopa de Ramadán muy nutritiva y rica), pinchos morunos, cous cous de pollo y té moruno con pasteles. 

Todo estaba muy rico aunque las bebidas no estaban incluidas. Ojo con pedir vino pues el de la casa sale la copa por 8 € de nada... el almuerzo apenas duró 20 minutos pues el camarero traía la comida cuando no habías terminado el plato anterior.


De hecho nos pusieron el cous cous con el té y los pasteles, alegando que el guía les había dicho que tenía prisa y que no daba tiempo de hacer el resto de visitas. Así que atravesamos calles rapidito viendo lo que nos daba tiempo y sin saber muy bien a dónde nos llevaban.



Resultó que íbamos hacia la siguiente "visita", la cual era meterte en una "farmacia" marroquí donde te hacían una demostración de todo tipo de cremas, especias y semillas para cada dolencia mientras estaban enfundados en su bata blanca cual doctor occidental. Picamos con varias cosas, como con unas semillas de una variedad de eucalipto para los ronquidos y unas cremas hidratantes. 

La verdad es que se hacían un poco los ofendidos si no les comprabas nada después de darte la charla. Íbamos a comprar una crema para una dolencia en concreto cuyo precio era de 40€, pero finalmente nos pareció un precio muy elevado para llevarte un tarro de crema donde ni pone los ingredientes, que no digo que no sea eficaz, pero así no da ninguna fiabilidad. Pues bien, nos disponemos a pagar los productos seleccionados y mientras tanto el que nos ha dado la charla le dice al guía nativo que no nos hemos llevado la crema. Acto seguido el guía nos recomienda que nos la llevemos y le decimos que nos parece cara, e intenta convencernos de que es muy buena y que eso no es caro. Mmmmmm.....entonces pensamos: nos has hecho comer como hienas para poder traernos aquí para que nos pasemos tiempo de la visita comprando para que tú te lleves una comisión...es la pega que encontramos en lo que es la organización de la excursión.

Después de salir de aquí, callejeamos un poco por distintas calles de la medina donde había puestos de fruta y especias bastante apetitosas. Nosotros compramos el típico pan árabe que vale solo 0.25€, una buena pieza a un precio bajísimo.

La visita tocaba a su fin y nos dejaron media hora para compras. Media hora en la que todo vendedor ambulante ofrecía su mercancía de forma bastante insistente por lo que acabamos metidos en una tienda de cerámicas para toparnos con nuestro amigo Mustafá, dependiente de la tienda, que nos dio algo más de espacio y tiempo para regatear. Y es que amigos... esto del regateo es todo un arte, y se ve que ellos disfrutan con esto. Compramos dos tajines por el 25% del precio inicial. Es decir, que si os dicen 100€ por algo... no paguéis más de 25 o 30€ que aún así le estarán ganando bastante. Toda una trampa para turistas.

Salimos intentando esquivar al mar de vendedores que se nos avalanzaban y nos metimos en otra tienda a por una mano de Fátima. Como ya estábamos aburridos de regateo, nos saltamos los preliminares y tras decirnos el precio le dijimos: "te voy a dar esto", lo cual aceptó rápidamente para asegurar la venta. Pagamos y salimos para reunirnos con el grupo en un pequeño mirador conocido como Borj Al-Hajoui.
Dejamos la medina por la puerta que da al puerto marítimo y nos llevaron a coger el ferry atravesando el puerto en el minibús a toda prisa, aunque íbamos con tiempo de sobra. Al menos el trayecto dio para hacer unas fotillos.

Para una primera toma de contacto no está mal, pero hay otras ciudades mucho mas bonitas en Marruecos y por el precio que tiene y lo que incluye no se le puede pedir más.
See you, Morocco.

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